2 oct 2004

Trompadas a la pared.

Últimamente he leído en algunos de los blogs que visito cada vez que me conecto a internet (El Zahir, Un Ermitaño Sociable, En Busca del Tiempo Perdido y algún otro que en este momento no recuerdo), y en referencia a lo que ocurrió en Carmen de Patagones y de lo que está ocurriendo en el mundo gracias a los benditos amigos de Estados Unidos (léase: Bush, Cheney, Rumsfeld y Cia.), se ha desatado una serie de comentarios del estilo "¿Y qué podemos hacer?" "Es como pegar trompadas a una pared", etc.
No critico a quienes han dicho eso, es algo que ha cualquiera que piense e intente comprender cómo son las cosas en este mundo le ha sucedido. ¿Quién, despues de hacer un inmenso esfuerzo por educarse y de pensar una y otra vez sobre estas situaciones, no se ve desesperanzado ante la brutal estupidez con la que se encuentra en la calle o en la radio o en la televisión? Es en ese momento cuando uno siente "que está pegando trompadas a una pared" y es comprensible que uno quiera decir basta; que se encargue otro, o algo por el estilo.
También, es estos días se ha hablado bastante de Michael Moore. Moore en "Dude, Where's My Country? dice algo que tiene relación con este tema y que, además, es cierto: La mayoría de la gente (se refiere a Estados Unidos, pero creo que el ejemplo es válido para otros lugares y otras circunstancias también) es demócrata, no republicana. La mayoría es liberal, no de derecha, y mucho menos de extrema derecha. ¿Entonces cómo es posible que ellos tengan tanto poder? La respuesta es sencilla: Porque actúan. Porque votan. Porque -más allá de suspobres ideas- son coherentes con defender el derecho que tienen de expresarlas, y lo hacen. en definitiva: Porque PARTICIPAN.
Es por eso que una minoría activa puede ser más poderosa que una mayoría inactiva.

¿Se imaginan a los egipcios, quienes ni siquiera conocían la rueda, en el momento de levantar las pirámides? "No macho, esa piedra pesa una bocha; y encima en medio del desierto... mejor dejá que la levante otro." O a San Martín -al héroe verdadero, al que cruzó la cordillera atado a una camilla por sus constantes ataques asmáticos, no al héroe de cartón que nos enseñaron en la escuela, en su caballo blanco sobre una roca como si fuese el superman del siglo XVIII- "Miren, mejor vayan ustedes. Yo les dibujo un planito y listo. La verdad, que hasta que no inventen el Ventolín yo, a la cordillera, ni me acerco."
No es mucho lo que se nos pide (lo que debemos pedirnos nosotros mismos). Darle trompadas a la pared no es algo tan difícil después de todo.

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