30 ene 2006

Lenguas muertas II

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Gracias Daniel K por la foto.


Hace un tiempo, en Argentina se había puesto de moda la idea de que las "malas palabras" no existían. La idea además de simple era correcta; la "mala palabra" en sí no es más que el sentido que nosotros le damos a dicha palabra. Un buen argumento podrían encontrarlo en la abigarrada multitud de una ciudad como Miami, Los Ángeles o New York.
Hace unos años trabajé en un restaurant bastante grande en donde, con excepción del dueño, todos los que allí trabajaban eran latinos; y en donde se podían encontrar al menos diez diferentes nacionalidades. Los diálogos allí no tenían desperdicio, constantemente había que estar pidiendo explicaciones o dándoselas a otros. La mayor parte del tiempo eran términos de uso común -meros localismos no compratidos- y recuerdo mi desconcierto la primera vez que escuché expresiones como "alcánzame un javita" (javita = bolsita); "tras la puerta carmelita" (carmelita = marrón); "estoy tupida" (tupida = congestionada); o "toma la guagua" (guagua = colectivo, transporte público). Pero no pocas veces he visto la cara de desconcierto o sorpresa cuando he dicho algo que yo suponía absolutamente inocente, y es que hay palabras que para uno son de uso común y que para otros significan una grosería o, incluso, algo peor. Es así que no pocas veces he tenido que dar explicaciones o las he pedido ante términos como (y con su permiso): conchuda (caradura); cajeta (dulce de leche); pollera (falda); bollo (v.gr.: masa); cachucha (gorra) y muchas otras. Es así que ahí tenemos el mejor ejemplo de que las palabras significan lo que nosotros queremos que signifiquen, más allá de cualquier dogmatismo impuesto por academia alguna o por institución moralista de tercera categoría.
Algunas otras expresiones requieren una explicación un poco más detallada. Mientras algunas palabras se diferencian en muy poco y designan lo mismo (o casi) como en el caso de chavo - chamo - chabón que designan al joven en México, Venezuela y Argentina respectivamente; la expresión "puto", que en la mayor parte de latinoamérica designa despectivamente al homosexual, en Honduras, por ejemplo, designa al hombre mujeriego, varonil (si una "puta" es una mujer que tiene relaciones con varios hombres, un "puto" es un hombre que tiene relaciones con varias mujeres; la idea no carece de lógica). También ciertos análisis etimológicos nos pueden parecer graciosos: en México, la palabra "ahora" no significa "en este momento; ya mismo" sino que significa "dentro de un rato, después" (ya que "ahora" es "a hora"; es decir "a una hora [de distancia]". Para decir lo qure nosotros entendemos por "ahora" los mexicanos dicen "ahorita", lo que signifia mucho menos tiempo.

Éste post es la antítesis del anterior, mientras en aquél se exponía lo peor del desarreglo idiomático, el descuido y la falta de atención; en éste se expone lo que -más allá de lo correcto o incorrecto que estos ejemplos nos parezcan- se entiende por "lengua viva"; es decir aquella que se modifica por el uso constante y por las necesidades de un grupo o región en particular.
Y me queda una tercer parte, la que más me desagrada, la fusión de dos lenguas diferentes en una sola: el spanglish.

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