30 mar 2006

II

Michael Schumacher es argentino. Está bastante más gordo y maneja un taxi en Buenos Aires. Nos sacó del aeroparque y, como los tres carriles estaban ocupados (cincuenta metros adelante el semáforo estaba en rojo y los autos pacientemente esperaban que la luz cambiara de color para avanzar), nuestro campeón particular cruzó a la vía contraria y, sin tocar siquiera el freno cruzó el semáforo en rojo como si allí no hubiera absolutamente nada. Tres minutos después repetiría su hazaña en otra avenida aunque el semáforo, por fortuna, se puso verde (supongo que para estar cromáticamente a tono con nuestra piel) a tiempo.

La Tierra es redonda, imbécil (bis)... Anécdota: Me invitan a cenar. Llego un buen rato antes, así que abrimos una de las dos botellas que llevo y la charla con el anfitrión y su esposa se prolonga y se extiende en el tiempo y por varios puntos. Frente a nosotros dos chicas miran un partido de fútbol; llevan camisetas de su equipo. ¿Y los hombres? Están en el departamento del fondo jugando al fútbol en el PlayStation.
Se sirve la cena. Los hombres (cuatro, uno de ellos padre de dos niñas) vienen del fondo cargándose y burlándose entre ellos. Noto que las burlas mezclan partidos reales con los partidos que acaban de jugar. Tres minutos el plato de ñoquis; a dos platos cada uno, significa que a los siete minutos ya estaban listos otra vez. Se levantan de la mesa y las bromas y cargadas se reinician (¡Gil! ¡Qué hablá, si te lo dejé hacer...! ¡Que boqueá salame!), juntos se alejan y se pierden en los fondos de la casa. Las chicas se sientan nuevamente frente al televisor.
Comenzó el segundo tiempo.

Éste debe ser el único lugar del planeta en donde en los negocios hacen todo lo posible para no vender sus productos. Entro a una librería, los volúmenes se apilan aquí y allá. Ninguna etiqueta, ninguna marca que me indique su valor. Me dirijo al hombre que está sentado detrás del escritorio: "¿Cómo hago para saber cuánto cuesta cada libro?" "Me lo tenés que preguntrar a mí" "¿Cada uno?" "Sí".
dejo el libro en su lugar sin preguntar el precio y huyo de allí como si de la peste se tratara (la historia se repetiría en Mar del Plata).
Entro a un local de repuestos de electricidad.
-Hola, necesito un transformador de 220v a 110v.
-¿Para qué es?
-Tengo varias cosas: Un equipo de audio, un Home Theater, pilas recargables...
-Tenés que traer anotado cuánto consume cada cosa.
-¡¿Cómo?!
-Traeme anotado cuánto consume cada cosa.
-¿No podés venderme uno aunque sea para el cargador de las pilas?
-No. Traeme anotado...

Aún no tengo el bendito cargador y no sé cuándo lo tendré.

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